Hoy día el papel de la escuela en la formación en valores de los estudiantes se encuentra sobrevaluado. La sociedad y el gobierno culpan de una manera frívola e irreflexiva a las instituciones educativas de ser las responsables de la decadencia de los valores de los estudiantes que tienen la responsabilidad de educar. Sin embargo, la sociedad en su conjunto y la pobre actuación y mal desempeño de los gobernantes, son en gran medida los que han contribuido a la decadencia de los valores en los niños de hoy. La errónea concepción de que a través de lecciones teóricas se pueden inculcar los valores en el aula de clases carece de bases solidas, y solo es una forma fácil de transferir la responsabilidad inherente de los padres y las familias a las escuelas y maestros.
En el transcurso de la historia, el desarrollo y sobrevivencia de las sociedades, se basa en la conservación y transferencia de los conocimientos, creencias y conductas que identifican y cohesionan a los miembros del grupo, tribu o pueblo, lo que garantiza su permanencia a través del tiempo. El conjunto de estos elementos conforman la sabiduría e idiosincrasia de los pueblos, en este contexto, sin lugar a dudas, los valores representan la piedra angular de las sociedades y por lo tanto son más antiguos que los centros de enseñanza, formales o informales. En este orden de ideas, los núcleos esenciales de las sociedades, que en primera instancia son los responsables de asegurar la transferencia de los conocimientos, creencias, pero sobre todo los códigos de conducta y los comportamientos del grupo social son las familias.
Con el paso del tiempo, la acumulación de conocimientos y el crecimiento poblacional, forzaron a las sociedades a concentrar los saberes, así como la formulación y vigilancia de las reglas de convivencia en instituciones formales, como son las escuelas o institutos de enseñanza, por un lado y por otro las instituciones encargadas de promulgar las leyes y de procuración de justicia. Sin embargo, en lo que concierne a los valores, el núcleo fundamental para su conservación y transferencia ha sido, y sigue siendo la familia, la cual tiene en sus manos la responsabilidad elemental de asegurar que cada uno de los nuevos integrantes del núcleo familiar los haga suyos al igual que las normas de conducta que les asegure su integración exitosa en la sociedad, pues es dentro del seno de la familia donde los niños y jóvenes viven en primera instancia y por lo tanto adquieren los valores y patrones de conducta familiares que posteriormente repetirán en el núcleo social en el que se desenvuelvan.
Hoy día, esta responsabilidad fundamental se ha intentado transferir exclusivamente a las instituciones educativas, partiendo de la premisa, que la forma adecuada de inculcar o fomentar valores, es a través de su enseñanza teórica, ya sea hablando de ellos y enumerando las ventajas que ofrece a una sociedad, el que cada uno de sus miembros se conduzca en el marco de los mismos o bien por el hecho de aprenderse de memoria cada uno de ellos. Desafortunadamente, en la realidad, esta premisa resulta equivocada y en algunos casos, lejos de contribuir a que los niños y jóvenes logren apropiarse de estos valores, los aleja de ellos, en algunas casos les resultan intrascendentes por ser ajenos y en ocasiones hasta contrarios a los valores que han adquirido y que viven a diario en el seno familiar y en su entorno social. En conclusión, la escuela solamente puede coadyuvar al fortalecimiento y enriquecimiento de los valores propios del individuo, de aquellos que se han adquirido y han sido fomentados en el núcleo familiar y no puede ser la responsable de la transferencia o enseñanza de ellos a través de lecciones o ejemplos que no le resulten significativos al educando.
En el transcurso de la historia, el desarrollo y sobrevivencia de las sociedades, se basa en la conservación y transferencia de los conocimientos, creencias y conductas que identifican y cohesionan a los miembros del grupo, tribu o pueblo, lo que garantiza su permanencia a través del tiempo. El conjunto de estos elementos conforman la sabiduría e idiosincrasia de los pueblos, en este contexto, sin lugar a dudas, los valores representan la piedra angular de las sociedades y por lo tanto son más antiguos que los centros de enseñanza, formales o informales. En este orden de ideas, los núcleos esenciales de las sociedades, que en primera instancia son los responsables de asegurar la transferencia de los conocimientos, creencias, pero sobre todo los códigos de conducta y los comportamientos del grupo social son las familias.
Con el paso del tiempo, la acumulación de conocimientos y el crecimiento poblacional, forzaron a las sociedades a concentrar los saberes, así como la formulación y vigilancia de las reglas de convivencia en instituciones formales, como son las escuelas o institutos de enseñanza, por un lado y por otro las instituciones encargadas de promulgar las leyes y de procuración de justicia. Sin embargo, en lo que concierne a los valores, el núcleo fundamental para su conservación y transferencia ha sido, y sigue siendo la familia, la cual tiene en sus manos la responsabilidad elemental de asegurar que cada uno de los nuevos integrantes del núcleo familiar los haga suyos al igual que las normas de conducta que les asegure su integración exitosa en la sociedad, pues es dentro del seno de la familia donde los niños y jóvenes viven en primera instancia y por lo tanto adquieren los valores y patrones de conducta familiares que posteriormente repetirán en el núcleo social en el que se desenvuelvan.
Hoy día, esta responsabilidad fundamental se ha intentado transferir exclusivamente a las instituciones educativas, partiendo de la premisa, que la forma adecuada de inculcar o fomentar valores, es a través de su enseñanza teórica, ya sea hablando de ellos y enumerando las ventajas que ofrece a una sociedad, el que cada uno de sus miembros se conduzca en el marco de los mismos o bien por el hecho de aprenderse de memoria cada uno de ellos. Desafortunadamente, en la realidad, esta premisa resulta equivocada y en algunos casos, lejos de contribuir a que los niños y jóvenes logren apropiarse de estos valores, los aleja de ellos, en algunas casos les resultan intrascendentes por ser ajenos y en ocasiones hasta contrarios a los valores que han adquirido y que viven a diario en el seno familiar y en su entorno social. En conclusión, la escuela solamente puede coadyuvar al fortalecimiento y enriquecimiento de los valores propios del individuo, de aquellos que se han adquirido y han sido fomentados en el núcleo familiar y no puede ser la responsable de la transferencia o enseñanza de ellos a través de lecciones o ejemplos que no le resulten significativos al educando.
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